Por ejemplo los científicos saben con certeza, basada en fe humana, que nuestra mano es una nube de partículas unidas por fuerzas en una dimensión que es prácticamente todo vacío, y que la mesa también es una nube de partículas unidas en algo (una red de fuerzas) que en su gran extensión es casi totalmente vacío. Y que –como decía el sacerdote astrofísico Manuel Carreira SJ– «cuando yo quiero pasar mi mano a través de la mesa, no pasa porque hay fuerzas de repulsión, pero que no hay nada sólido, ni en la mesa, ni en mi mano. Y que cuando tropieza mi mano con la mesa, no llegan a tocarse jamás dos partículas. Todo esto lo sé con certeza, a pesar de que va en contra de lo que dicen nuestros sentidos». Explicar porqué nuestra percepción a nivel “macro” (es decir a nivel de nuestros sentidos más comunes) parece contradecir totalmente la realidad “micro” (atómica, imperceptible) de lo que está ocurriendo, no se puede, pero los científicos con toda razón lo toman como una dato cierto, aun siga siendo misterioso.
Ahora bien, si esto que decimos es verdad para la “fe humana”, ¿qué se puede decir acerca de la “fe cristiana”, o bien, de la fe que no es solo confianza ante lo indemostrable, ante lo que excede nuestra razón, sino más bien, que se presenta como confianza ante una serie de verdades reveladas por Dios mismo como ciertas?
Aquí también podemos afirmar sin problema alguno que la ciencia no contradice, ni podría (aun queriéndolo) contravenir a la revelación. Porque en el fondo, del estudio de la materia en su actividad, no podemos extraer ninguna consecuencia fuera de decir cómo actúa y se comporta. Lo que significa, simple y llanamente, que el ámbito de la ciencia es limitado, y que su límite será siempre la actividad de la materia que puede comprobarse experimentalmente (aun cuando nos falte hoy la tecnología para hacerlo). Por lo tanto, preguntarse a nivel científico si Dios existe o no, o si dijo o hizo tal o cual cosa, es ya de partida un problema mal planteado, pues se pide una respuesta que va más allá del campo de estudio de la ciencia misma (de las mismas premisas que ella exige para considerar como válida dicha afirmación). Un campo donde sí podemos en cambio afirmar y debatir tales contenidos sería el campo de los estudios teológico-filosóficos, donde la experiencia religiosa del hombre que en la historia se abre al misterio de Dios, puede ser tratada con un lenguaje y una serie de premisas más amplias que la del lenguaje científico.
Si las ciencias dejan de ayudar al hombre cualitativamente, es decir, dejan de ayudarlo a responder integralmente a dichas preguntas y a vivir coherentemente según una auténtica respuesta de las mismas, acabarán –como ya lo han hecho tantas veces en el pasado- por impedir que éste alcance la felicidad y la realización que tanto anhela. Muchos grandes científicos, como los que presentamos hoy, están ahí presentes para darnos un testimonios confiable y para recordarnos que existe y es posible el primer camino.
El texto elegido está muy bien.
ResponderEliminarCon respecto a la red:
No conviene poner en el mismo cuadro las palabras FE y CIENCIA. Hubiera sido mejor un cuadro con la palabra DIÁLOGO. De allí sacar dos flechas que se dirijan a dos cuadros diferentes, uno para FE y otro para CIENCIA.
La forma de la red está bastante bien. Falta relacionar un poco más los cocneptos.
Calif: 8 (ocho)