miércoles, 23 de agosto de 2017

Dialogo Fe-Ciencia

Si la fe parte de verdades reveladas que, a su vez, exigen una adhesión de fe, sin comprobación experimental, la ciencia es el reino de la duda y se apoya en búsquedas empíricas. La fe capta la esencia de las cosas, la ciencia capta la existencia. Para la ciencia no importa quién o por qué, sino que importa el cómo. A ella no le interesa quién creó el Universo y qué finalidad tienen nuestras vidas. Lo que quiere es saber cómo funcionan las leyes cosmológicas, cómo interactúan entre sí las fuerzas de la naturaleza, cómo retrasar el envejecimiento de nuestras células, ampliando así el tiempo de nuestra vida. La ciencia y la fe sirven para darnos calidad de vida, conocimiento de la naturaleza y sentido trascendente a la existencia. Si por la fe descubrimos el origen y la finalidad del Universo y de la vida, y por la ciencia el cómo funcionan uno y otro, todo ello importa poco si no nos conduce a lo esencial: a una civilización en la que el amor sea también una exigencia política Esta red conceptual fue hecha por Luciano Maldonado y Juan Cruz Cachada

martes, 22 de agosto de 2017

Buenas noches chicos, les dejo el link de un video con el que trabajaremos mañana

https://www.youtube.com/watch?v=VwoRW55YlMY

Saludos

miércoles, 16 de agosto de 2017

natalia gomez - fe ciencia


Dialogo Fe-Ciencia. Ibarrola y Alvarez.

Los seres humanos estamos dotados de la extraordinaria capacidad de acumular conocimientos derivados de la contemplación de la naturaleza. Tras analizar y desentrañar sus secretos, y extraer conclusiones sobre la causa y el efecto de los fenómenos naturales, hemos sido capaces de comunicarlos y aplicarlos en beneficio propio. Sin duda, el siglo XX ha sido el más fructífero en el avance del conocimiento científico, especialmente por las contribuciones de la física en la primera mitad y de la biología en la segunda. De la trascendencia de los conocimientos adquiridos mediante la investigación científica dan fe los progresos en el bienestar social y la salud.

Sin embargo, la experimentación científica tiene sus límites. Hay problemas que no pueden abordarse por el método experimental y que exigen otros modos de abordaje. No han de desestimarse, relegarse o considerarse de menor importancia aquellas preguntas que no sean de carácter científico. Estaríamos simplemente ante preguntas que la ciencia no puede abordar, bien por su carácter abstracto e inabordable -dada su inmaterialidad-, o por carecer de los elementos necesarios para un planteamiento experimental del problema a resolver. No serían científicas cuestiones tales como la existencia de Dios, el origen de la materia a partir de la nada, el origen de la primera célula, el origen de un ser consciente y cooperador a partir de unas bestias instintivas y egoístas, la relación entre la mente y el cerebro, etc. Sin duda son cuestiones de un gran interés, pero no son preguntas que se puedan resolver mediante el método científico, por mucho que el biólogo Richard Dawkins, el físico Stephen Hawking y otros se empeñen a base de retorcer el método científico, convirtiendo delirantes hipótesis filosóficas en explicaciones sin base empírica convincente. Sería más honesto reconocer los límites de la ciencia y aceptar otros métodos u otras fuentes que permitan abordar estas grandes cuestiones.


Texto extraído de :http://www.paginasdigital.es/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=6344&te&idage&vap=0&codrel=3806&usm=%24%7C%24idusuencrip%24%7C%24



DIÁLOGO FE-CIENCIA (Céspedes e Iroz)



Benedicto XVI a la Academia Pontificia de las Ciencias (31.10.08)
No hay oposición entre fe y ciencia

Me alegra saludaros a vosotros, miembros de la Academia pontificia de ciencias, con ocasión de vuestra asamblea plenaria, y agradezco al profesor Nicola Cabibbo las palabras que me ha dirigido amablemente en vuestro nombre.

Con la elección del tema: "Visión científica de la evolución del universo y de la vida", tratáis de concentraros en un área de investigación que despierta mucho interés. De hecho, hoy muchos de nuestros contemporáneos desean reflexionar sobre el origen fundamental de los seres, sobre su causa, sobre su fin y sobre el sentido de la historia humana y del universo.

En este contexto se plantean naturalmente cuestiones concernientes a la relación entre la lectura del mundo que hacen las ciencias y la que ofrece la Revelación cristiana. Mis predecesores el Papa Pío XII y el Papa Juan Pablo II reafirmaron que no hay oposición entre la visión de la creación por parte de la fe y la prueba de las ciencias empíricas. En sus inicios, la filosofía propuso imágenes para explicar el origen del cosmos, basándose en uno o varios elementos del mundo material. Esta génesis no se consideraba una creación, sino más bien una mutación o una transformación. Implicaba una interpretación en cierto modo horizontal del origen del mundo.

Afirmar que el fundamento del cosmos y de su desarrollo es la sabiduría providente del Creador no quiere decir que la creación sólo tiene que ver con el inicio de la historia del mundo y la vida. Más bien, implica que el Creador funda este desarrollo y lo sostiene, lo fija y lo mantiene continuamente.

"Evolucionar" significa literalmente "desenrollar un rollo de pergamino", o sea, leer un libro. La imagen de la naturaleza como un libro tiene sus raíces en el cristianismo y ha sido apreciada por muchos científicos. Galileo veía la naturaleza como un libro cuyo autor es Dios, del mismo modo que lo es de la Escritura. Es un libro cuya historia, cuya evolución, cuya "escritura" y cuyo significado "leemos" de acuerdo con los diferentes enfoques de las ciencias, mientras que durante todo el tiempo presupone la presencia fundamental del autor que en él ha querido revelarse a sí mismo.




Hola chicas, este es el video para trabajar hoy.


https://www.youtube.com/watch?v=6a5aq3p3sPs

miércoles, 9 de agosto de 2017

Diálogo fe-ciencia

Decir que la fe se contrapone a la ciencia no solo es una afirmación poco inteligente e ideológica (desmentida por miles de científicos de talla mundial entre los cuales se encuentran no pocos premios nobel), sino que además contradice una actitud fundamental que todo científico, ateo o creyente, presupone en cualquiera de sus experimentos. Sí, porque la fe -entendida en este caso como confianza humana ante lo no demostrable o comprobable – es de hecho una experiencia cotidiana de todo científico que indaga.
Texto extraído de https://catholic-link.com/relacion-fe-ciencia-dialogo-nobel/ 


Este trabajo fue realizado por De Biase y Arcajo.

Diálogo fe-ciencia. Trabajo de Altamirano y Zmijak.

Decir que la fe se contrapone a la ciencia no solo es una afirmación poco inteligente e ideológica (desmentida por miles de científicos de talla mundial entre los cuales se encuentran no pocos premios nobel), sino que además contradice una actitud fundamental que todo científico, ateo o creyente, presupone en cualquiera de sus experimentos. Sí, porque la fe -entendida en este caso como confianza humana ante lo no demostrable o comprobable – es de hecho una experiencia cotidiana de todo científico que indaga.

Por ejemplo los científicos saben con certeza, basada en fe humana, que nuestra mano es una nube de partículas unidas por fuerzas en una dimensión que es prácticamente todo vacío, y que la mesa también es una nube de partículas unidas en algo (una red de fuerzas) que en su gran extensión es casi totalmente vacío. Y que –como decía el sacerdote astrofísico Manuel Carreira SJ– «cuando yo quiero pasar mi mano a través de la mesa, no pasa porque hay fuerzas de repulsión, pero que no hay nada sólido, ni en la mesa, ni en mi mano. Y que cuando tropieza mi mano con la mesa, no llegan a tocarse jamás dos partículas. Todo esto lo sé con certeza, a pesar de que va en contra de lo que dicen nuestros sentidos». Explicar porqué nuestra percepción a nivel “macro” (es decir a nivel de nuestros sentidos más comunes) parece contradecir totalmente la realidad “micro” (atómica, imperceptible) de lo que está ocurriendo, no se puede, pero los científicos con toda razón lo toman como una dato cierto, aun siga siendo misterioso.

Ahora bien, si esto que decimos es verdad para la “fe humana”, ¿qué se puede decir acerca de la “fe cristiana”, o bien, de la fe que no es solo confianza ante lo indemostrable, ante lo que excede nuestra razón, sino más bien, que se presenta como confianza ante una serie de verdades reveladas por Dios mismo como ciertas?

Aquí también podemos afirmar sin problema alguno que la ciencia no contradice, ni podría (aun queriéndolo) contravenir a la revelación. Porque en el fondo, del estudio de la materia en su actividad, no podemos extraer ninguna consecuencia fuera de decir cómo actúa y se comporta. Lo que significa, simple y llanamente, que el ámbito de la ciencia es limitado, y que su límite será siempre la actividad de la materia que puede comprobarse experimentalmente (aun cuando nos falte hoy la tecnología para hacerlo). Por lo tanto, preguntarse a nivel científico si Dios existe o no, o si dijo o hizo tal o cual cosa, es ya de partida un problema mal planteado, pues se pide una respuesta que va más allá del campo de estudio de la ciencia misma (de las mismas premisas que ella exige para considerar como válida dicha afirmación). Un campo donde sí podemos en cambio afirmar y debatir tales contenidos sería el campo de los estudios teológico-filosóficos, donde la experiencia religiosa del hombre que en la historia se abre al misterio de Dios, puede ser tratada con un lenguaje y una serie de premisas más amplias que la del lenguaje científico.

Si las ciencias dejan de ayudar al hombre cualitativamente, es decir, dejan de ayudarlo a responder integralmente a dichas preguntas y a vivir coherentemente según una auténtica respuesta de las mismas, acabarán –como ya lo han hecho tantas veces en el pasado- por impedir que éste alcance la felicidad y la realización que tanto anhela. Muchos grandes científicos, como los que presentamos hoy, están ahí presentes para darnos un testimonios confiable y para recordarnos que existe y es posible el primer camino.

Texto extraido de : https://catholic-link.com/relacion-fe-ciencia-dialogo-nobel/

dialogo fe-ciencia

La pastoral universitaria y el diálogo fe –ciencia, fe –razón. 
Manuel José Jiménez Rodríguez.

El diálogo fe – razón ha sido una de las mayores preocupaciones del Cardenal Joseph Ratzinger,
hoy Papa Benedicto XVI. Mejor aún, aspecto esencial y fundamental de su pensamiento teológico es
la importancia de la razón o del uso de la inteligencia para la fe cristiana, hasta el punto de decir que
esta es una constante en su pensamiento. Según su parecer, la lucha por la nueva presencia de la
razón en la fe es una tarea urgente en la Iglesia hoy día. Pues de lo que se trata es de superar tanto
los límites y la pobreza de la razón cuando se cierra a la fe, como los riesgos que acompañan a ésta
cuando no tiene una base racional. En este caso, particularmente, una fe más cercana a la
supersticioso.
La relación entre fe y ciencia ha variado mucho a la largo de la historia. Expresada en términos de
oposición o de armonía. Las oposiciones han surgido, en la gran mayoría de las veces, debido a una
falta de comprensión y a una indebida intromisión de los estamentos religiosos y autoridades
religiosas en el ámbito de la ciencia, o las posturas intransigentes y “absolutizadoras” de los
representantes de las ciencias, producto del materialismo científico.
Muchos creyentes aún hoy día ven en la ciencia una amenaza para su fe. Se cree que son
incompatibles. Se toman posturas ambiguas y recelosas. Se tiene miedo a las preguntas que plantea
la ciencia y que puedan hacer dudar la fe. Para algunos hombres y mujeres de ciencia, sigue
siendo extendida la idea de que la fe religiosa no es más que un modo mágico e irracional de ocultar
la ignorancia frente a los fenómenos naturales. Dios aparece como una tapa agujeros, como un
recurso ante la incapacidad de encontrar una respuesta racional a un problema concreto. A media
que la ciencia pueda dar respuesta a ellos, Dios y la religión irán perdiendo espacio e irán
desapareciendo.
Un ejemplo concreto del como la teología puede aprender y hasta hacer suyo el “estilo” o método
científico es el trabajo realizado por Arthur Peacocke.En su estudio parte del reto de credibilidad
de lo religioso hoy y del cristianismo en particular. Reto que tiene que ver con su inteligibilidad y
razonabilidad. Ya que la percepción que se tiene de lo religioso y sus creencias es que no logran
satisfacer los habituales criterios de razonabilidad tan intensamente presentes en la práctica
científica. A lo que se suma el surgimiento de nuevas supersticiones, neopanismos y religiosidades
centradas más en lo emotivo y estético que en lo ético.







DIÀLOGO FE-CIENCIA. Trabajo de: Vargas, Morales y Vidal.

La fe y la ciencia no siempre han sabido dialogar. Las primeras respuestas a las indagaciones del ser humano respecto al cosmos, a los fenómenos naturales y a la vida fueron dadas por la religión. Chamanes, hechiceros, gurús y sacerdotes servían de mediadores entre el Cielo y la Tierra.

La religión es hija de la fe, y la ciencia de la razón. Frente a las búsquedas científicas de los antiguos griegos la religión las miró con los ojos de la desconfianza. No admitía que los hechos narrados en la Biblia fueran apenas mitos y símbolos, sin base científica, como la existencia de Adán y Eva, la construcción de la torre de Babel y el diluvio universal.

Si la fe parte de verdades reveladas que, a su vez, exigen una adhesión de fe, sin comprobación experimental, la ciencia es el reino de la duda y se apoya en búsquedas empíricas. La fe capta la esencia de las cosas, la ciencia capta la existencia.

Para la ciencia no importa quién o por qué, sino que importa el cómo. A ella no le interesa quién creó el Universo y qué finalidad tienen nuestras vidas. Lo que quiere es saber cómo funcionan las leyes cosmológicas, cómo interactúan entre sí las fuerzas de la naturaleza, cómo retrasar el envejecimiento de nuestras células, ampliando así el tiempo de nuestra vida.

La ciencia y la fe sirven para darnos calidad de vida, conocimiento de la naturaleza y sentido trascendente a la existencia. Si por la fe descubrimos el origen y la finalidad del Universo y de la vida, y por la ciencia el cómo funcionan uno y otro, todo ello importa poco si no nos conduce a lo esencial: a una civilización en la que el amor sea también una exigencia política

Texto extraído de: http://www.alainet.org/es/active/45398


Dialogo Fe-Ciencia Trabajo de Espinola y Ferreyra

La fe y la ciencia no siempre han sabido dialogar. Las primeras respuestas a las indagaciones del ser humano respecto al cosmos, a los fenómenos naturales y a la vida fueron dadas por la religión. Chamanes, hechiceros, gurús y sacerdotes servían de mediadores entre el Cielo y la Tierra. Para la ciencia no importa quién o por qué, sino que importa el cómo. A ella no le interesa quién creó el Universo y qué finalidad tienen nuestras vidas. Lo que quiere es saber cómo funcionan las leyes cosmológicas, cómo interactúan entre sí las fuerzas de la naturaleza, cómo retrasar el envejecimiento de nuestras células, ampliando así el tiempo de nuestra vida. La ciencia y la fe sirven para darnos calidad de vida, conocimiento de la naturaleza y sentido trascendente a la existencia. Si por la fe descubrimos el origen y la finalidad del Universo y de la vida, y por la ciencia el cómo funcionan uno y otro, todo ello importa poco si no nos conduce a lo esencial: a una civilización en la que el amor sea también una exigencia política. 


Dialogo Fe-Ciencia

Dialogo Fe-Ciencia

Juan Cruz Priero y Facundo Ghiglione

  La fe y la ciencia no siempre han sabido dialogar. Las primeras respuestas a las indagaciones del ser humano respecto al cosmos, a los fenómenos naturales y a la vida fueron dadas por la religión. 
  La religión es hija de la fe, y la ciencia de la razón. Frente a las búsquedas científicas de los antiguos griegos  la religión las miró con los ojos de la desconfianza. No admitía que los hechos narrados en la Biblia fueran apenas mitos y símbolos, sin base científica, como la existencia de Adán y Eva. 
  La fe capta la esencia de las cosas, la ciencia capta la existencia. 
  Para la ciencia no importa quién o por qué, sino que importa el cómo. A ella no le interesa quién creó el Universo y qué finalidad tienen nuestras vidas. Lo que quiere es saber cómo funcionan las leyes cosmológicas, cómo interactúan entre sí las fuerzas de la naturaleza, cómo retrasar el envejecimiento de nuestras células, ampliando así el tiempo de nuestra vida.
  La ciencia y la fe sirven para darnos calidad de vida, conocimiento de la naturaleza y sentido trascendente a la existencia. Si por la fe descubrimos el origen y la finalidad del Universo y de la vida, y por la ciencia el cómo funcionan uno y otro, todo ello importa poco si no nos conduce a lo esencial: a una civilización en la que el amor sea también una exigencia política.
Texto sacado de: http://www.alainet.org/es/active/45398


Diálogo fe-ciencia

Decir que la fe se contrapone a la ciencia no solo es una afirmación poco inteligente e ideológica (desmentida por miles de científicos de talla mundial entre los cuales se encuentran no pocos premios nobel), sino que además contradice una actitud fundamental que todo científico, ateo o creyente, presupone en cualquiera de sus experimentos. Sí, porque la fe -entendida en este caso como confianza humana ante lo no demostrable o comprobable – es de hecho una experiencia cotidiana de todo científico que indaga.
Explicar porqué nuestra percepción a nivel “macro” (es decir a nivel de nuestros sentidos más comunes) parece contradecir totalmente la realidad “micro” (atómica, imperceptible) de lo que está ocurriendo, no se puede, pero los científicos con toda razón lo toman como una dato cierto, aun siga siendo misterioso.
Trabajo Torres y Lemos.

https://catholic-link.com/relacion-fe-ciencia-dialogo-nobel/


Dialogo fe-ciencia

La fe y la ciencia no siempre han sabido dialogar. Las primeras respuestas a las indagaciones del ser humano respecto al cosmos, a los fenómenos naturales y a la vida fueron dadas por la religión. Chamanes, hechiceros, gurús y sacerdotes servían de mediadores entre el Cielo y la Tierra.

La religión es hija de la fe, y la ciencia de la razón. Frente a las búsquedas científicas de los antiguos griegos la religión las miró con los ojos de la desconfianza. No admitía que los hechos narrados en la Biblia fueran apenas mitos y símbolos, sin base científica, como la existencia de Adán y Eva, la construcción de la torre de Babel y el diluvio universal.

Durante 1.300 años la Iglesia se apegó a la cosmología de Ptolomeo (90-168), adecuada a la creencia de que la Tierra es el centro del Universo, en el cual Dios se encarnó en Jesús.

Si la fe parte de verdades reveladas que, a su vez, exigen una adhesión de fe, sin comprobación experimental, la ciencia es el reino de la duda y se apoya en búsquedas empíricas. La fe capta la esencia de las cosas, la ciencia capta la existencia.

Para la ciencia no importa quién o por qué, sino que importa el cómo. A ella no le interesa quién creó el Universo y qué finalidad tienen nuestras vidas. Lo que quiere es saber cómo funcionan las leyes cosmológicas, cómo interactúan entre sí las fuerzas de la naturaleza, cómo retrasar el envejecimiento de nuestras células, ampliando así el tiempo de nuestra vida.

El diálogo entre la fe y la ciencia se inició cuando, en la modernidad, la razón se emancipó de la religión. Que lo digan Copérnico, Galileo y Giordano Bruno. Hubo fricciones y condenaciones recíprocas, hasta que la extensa obra del jesuita Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) -geólogo, paleontólogo y teólogo- hizo que la Iglesia reconociera que la fe puede no estar de acuerdo con el uso que se hace de los descubrimientos científicos, como la fisión del átomo para la construcción de ojivas nucleares, pero no negar nunca la autonomía de la ciencia y el modo como ella desvela los misterios de la naturaleza.

En ese intento por actualizar el diálogo entre la ciencia y la fe, la editorial Agir reunió, durante tres días, en un hotel de Rio de Janeiro, al físico teórico Marcelo Gleiser y a mí, con la mediación de Waldemar Falcão, espiritualista e investigador de fenómenos esotéricos. De nuestro encuentro resultó el libro “Conversación sobre la fe y la ciencia”, que acaba de ser editado esta semana.

Marcelo Gleiser procede de una familia judía, formado en física por la PUC de Rio de Janeiro, profesor e investigador en la Universidad de Darthmouth, en los EE.UU. Autor de obras excelentes, como la reciente “Creación imperfecta”, Gleiser se considera agnóstico. Me sorprendió su gran conocimiento de historia de las religiones y del modo como ellas se relacionan con la ciencia.

Yo no tengo formación científica, pero muy pronto me interesé por las obras de Teilhard de Chardin. En 1963 publiqué unas notas sobre su pensamiento, reunidas luego en el libro “Sinfonía universal. La cosmovisión de Teilhard de Chardin”.

Más tarde me vi obligado a improvisar como profesor de química, física y biología en un curso suplementario. El deber se convirtió en placer y me llevó a escribir “La obra del Artista. Una visión holística del Universo”, cuya segunda edición está en preparación.

Gleiser leyó mis libros y yo leí los suyos, lo que favoreció nuestro diálogo, en el que se dio más convergencia que divergencia, especialmente en lo tocante a la postura correcta de la ciencia ante la fe y de la fe ante la ciencia.

Son esferas independientes, autónomas, y que sin embargo encuentran sus síntesis en nuestras vidas. Nadie prescinde de la ciencia y de su hija predilecta, la tecnología, así como todos tenemos una dimensión de fe, aunque sea la restringida al amor que une al marido y a su mujer.

Marcelo Gleiser y yo coincidimos en que la finalidad de la ciencia no es obtener provecho (tal como el de las industrias farmacéuticas y bélicas), ni el de la fe imponer verdades (como sucede con el fundamentalismo) o apropiarse de parcelas (Jesús es el camino, pero el cura o pastor cobran el peaje…).

La ciencia y la fe sirven para darnos calidad de vida, conocimiento de la naturaleza y sentido trascendente a la existencia. Si por la fe descubrimos el origen y la finalidad del Universo y de la vida, y por la ciencia el cómo funcionan uno y otro, todo ello importa poco si no nos conduce a lo esencial: a una civilización en la que el amor sea también una exigencia política. (Traducción de J.L.Burguet)



http://www.alainet.org/es/active/45398
Micaela Scatolon y Ailén Carro

Diálogo fe-ciencia.


Cielo Inguscio y Sol Bonafé.

Decir que la fe se contrapone a la ciencia no solo es una afirmación poco inteligente e ideológica (desmentida por miles de científicos de talla mundial entre los cuales se encuentran no pocos premios nobel), sino que además contradice una actitud fundamental que todo científico, ateo o creyente, presupone en cualquiera de sus experimentos. Sí, porque la fe -entendida en este caso como confianza humana ante lo no demostrable o comprobable – es de hecho una experiencia cotidiana de todo científico que indaga. Por ejemplo los científicos saben con certeza, basada en fe humana, que nuestra mano es una nube de partículas unidas por fuerzas en una dimensión que es prácticamente todo vacío, y que la mesa también es una nube de partículas unidas en algo (una red de fuerzas) que en su gran extensión es casi totalmente vacío.

Texto extraído de: https://catholic-link.com/relacion-fe-ciencia-dialogo-nobel/


Diálogo FE-CIENCIA, trabajo de Sofia Haracenchuk y Ariana Baeza

La fe y la ciencia no siempre han sabido dialogar. Las primeras respuestas a las indagaciones del ser humano respecto al cosmos, a los fenómenos naturales y a la vida fueron dadas por la religión.
La religión es hija de la fe, y la ciencia, de la razón. Frente a las búsquedas científicas de los antiguos griegos la religión las miró con los ojos de la desconfianza. No admitía que los hechos narrados en la Biblia fueran apenas mitos y símbolos, sin base científica, como la existencia de Adán y Eva, la construcción de la torre de Babel y el diluvio universal.
Si la fe parte de verdades reveladas que, a su vez, exigen una adhesión de fe, sin comprobación experimental, la ciencia es el reino de la duda y se apoya en búsquedas empíricas. La fe capta la esencia de las cosas, la ciencia capta la existencia.
Para la ciencia no importa quién o por qué, sino que importa el cómo. A ella no le interesa quién creó el Universo y qué finalidad tienen nuestras vidas. Lo que quiere es saber cómo funcionan las leyes cosmológicas, cómo interactúan entre sí las fuerzas de la naturaleza, cómo retrasar el envejecimiento de nuestras células, ampliando así el tiempo de nuestra vida.

Extraído de http://www.alainet.org/es/active/45398



viernes, 4 de agosto de 2017

En el dibujo podemos observar un bote en representación a la fe, a nuestra fe,representa nuestra fe,para hacerla crecer tenemos que basarnos en buenos actos y verdders creencias.
De un lado está a tormenta que representa los momentos malos,a dificultad que tuvo dios pra obtener la creencia de la gente,etc.
Del otro lado vemos un sol o un amanecer que representa que tras cualquier tropiezo siempre se sale adelante.
Por ultimo tenemos a dios que siempre esta en cada momento,tanto en la tormenta como en la salida del sol y siempre esta en cada paso del crecimiento de nuestra fe.
En conjunto todo el dibujo representa los caminos dificiles que tenemos que pasar para poder seguir y siempre esta dios para guiarnos sin importar que.